Hebreos 11:13 (traducción literaria de la paráfrasis The Message)
Cada una de estas personas de fe murió sin tener en las manos lo prometido, pero aún creyendo. ¿Cómo lo lograron? Lo vieron de lejos, lo saludaron con la mano y aceptaron su condición de transeúntes en este mundo.
Referencias bíblicas adicionales: Juan 14:2–3, Apocalipsis 21:1–5 MSG, Mateo 6:19–21, 1 Pedro 1:4, Salmo 27:14, Lamentaciones 3:25, Isaías 40:31, Josué 1:9, Éxodo 3:4, Mateo 6:9, Ester 4:14, Romanos 8:26
Como seguidores de Jesús, vivimos en una tensión: un anhelo por lo que está por venir mientras lidiamos con la realidad que tenemos enfrente. Hebreos 11 nos muestra un linaje de creyentes que no recibieron lo prometido en vida pero mantuvieron una fe inquebrantable. No solo esperaban conseguir una victoria: veían algo más allá de esta vida.
Imaginar un lugar sin tristeza, sin lágrimas ni dolor puede parecer demasiado bueno para ser cierto. Sin embargo, esa es la herencia prometida a todos los que creen y se entregan a Jesús. El cielo no es solo una idea; es una realidad. Un destino real. Una esperanza real.
La promesa de la eternidad no nos saca de la espera a fuego lento, sino que la replantea. Da sentido a la espera. Nos asegura que nuestro dolor no es ignorado y que nuestra confianza no es en vano. En la tensión entre lo que creemos y lo que aún no vemos, el cielo ancla nuestra alma.
“El pueblo del Señor siempre ha sido un pueblo que espera” - Charles Spurgeon
Mediante la fe en Jesús y su resurrección, se nos promete la vida eterna con Dios en el Cielo. Cada uno de nosotros luchará con el dolor en el fuego de la vida pero a través de nuestra relación con Jesús, estamos invitados a una esperanza inquebrantable. El cielo no se gana, se recibe. No se nos promete comodidad pero sí se nos promete la eternidad con Aquel que enjuga cada lágrima. Aunque el mundo ofrece promesas fugaces de plenitud, fuimos creados con un anhelo que solo Dios puede satisfacer. Nuestros corazones fueron hechos para ser sostenidos por Él. ¡Y un día, nuestra ciudadanía y herencia estarán en el cielo!
¿Has visto alguna vez cómo se forma una ola en un estadio? Una persona se levanta, luego otra, hasta que recorre toda una multitud. De manera similar, las vidas de los "Padres de nuestra Fe" en Hebreos 11: Abraham, Sara, Rahab y otros, generaron un efecto dominó que aún hoy moldea nuestra fe.
Su obediencia generó un impulso y su fe se convirtió en un legado. Quizás no sientas que tu fe está generando olas, pero cada oración, cada acto de entrega, cada decisión de confiar cuando es difícil, está creando algo duradero. Tu adoración libera una fragancia, tu obediencia es parte de la ola y tu fe está echando los cimientos sobre los cuales otros otros se asentarán.
Jesús no sólo ofrece consuelo en la espera sino también guía. Como el mejor asesor de inversiones, nos dice exactamente dónde guardar nuestro tesoro: en el Cielo. Cuando construimos sobre su Palabra y ponemos nuestra esperanza en el Cielo, construimos sobre un cimiento inquebrantable.
Lo que atesoramos siempre impactará a quienes nos rodean. Nuestras decisiones diarias, cómo esperamos, cómo adoramos, cómo obedecemos, moldean la eternidad para nosotros y para los demás. Que tu fe sea una inversión eterna. Una que te sobreviva. Una que guíe a otros hacia el único cimiento sobre el que vale la pena construir: Jesús.
Deja que esta semana cambie tu perspectiva. En lugar de preguntarte: "¿Cuándo sucederá?", intenta preguntarte: "¿En quién me estoy convirtiendo mientras espero?". Vive esta semana con el Cielo en mente. Que tu espera sea un testimonio. Que cree un espacio para que otros vean a Jesús con más claridad.
Señor, dame la valentía para mantenerme firme en el fuego lento. Cuando no entienda los tiempos ni el resultado, ayúdame a recordar que estás cerca. Fortalece mi corazón para confiar en ti aquí y ahora.
“Aguarda a Jehová; Esfuérzate, y aliéntese tu corazón; Sí, espera a Jehová.” Salmo 27:14
Dios, te entrego lo que no entiendo, ya sea un “sí”, un “no” o “espera”. Elijo confiar en que eres bueno, estás presente y obras incluso en el silencio.
“Bueno es el Señor con quienes esperan en él, con todos los que lo buscan.” Lamentaciones 3:25
Dios, abre mis ojos para ver lo que estás haciendo mientras tanto. Ayúdame a no apresurar lo que intentas formar en mí. No quiero desperdiciar esta temporada. Quiero caminar contigo en ella.
“Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce perseverancia.” Santiago 1:2-3
Dios, he enfrentado algunas decepciones que me han dolido más de lo esperado. Pero incluso cuando la vida no resulta como esperaba, ayúdame a creer que sigues siendo bueno y que aún tienes más por delante para mí.
“Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa.” Hebreos 10:23
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