La fe es un regalo, pero también una lucha. Cuando Dios te da algo, no siempre te lo entrega cómodamente; a veces simplemente señala: “Ahí está”. Los israelitas sabían lo que era eso. Dios les prometió una tierra nueva, pero les dijo: “Yo comencé a entregárselas; ahora empiecen a tomarla”. En otras palabras: Dios lo inició, pero ellos tenían que avanzar hacia ella. Así funciona la fe. Dios nos invita a movernos hacia lo que Él ya declaró que es nuestro. En el camino aprendemos que la victoria nunca es pasiva. Se necesita coraje para presentarse, humildad para rendirse y amor para seguir luchando. Dios dijo que vencerías. No dijo que no tendrías que luchar.

1. Vence la guerra interior

Antes de poder ganar las batallas externas, necesitamos enfrentar las que hay dentro de nosotros. Santiago 4:1 nos recuerda que las peleas externas son a menudo resultado de conflictos internos en el campo de batalla de nuestras almas y mentes. Hay una guerra dentro de nosotros donde la envidia, el orgullo, el control y las expectativas no satisfechas se levantan, a menudo llevándonos a culpar a otros por lo que sentimos y cómo reaccionamos.

Como humo ascendiendo de un fuego, nuestras emociones revelan lo que arde bajo la superficie. Ira, amargura y resentimiento son señales de que algo más profundo en nuestro corazón necesita sanidad. La única forma de ganar esta guerra interior es invitar a Dios a ella. La paz empieza dentro. No eres débil por estar luchando; eres fuerte por rendirte.

Para estudio adicional: Santiago 4:1-2

2. Vence la guerra juntos

La fe nunca fue una misión en solitario. Somos parte de un ejército espiritual, llamados a luchar con otros, no contra ellos. La cruz no sólo dice: “Eres perdonado.” También dice: “Debes perdonar.” La unidad arraigada en el amor es nuestra fuerza y nuestra estrategia.

Cuando contendemos por la fe, también contendemos por el amor: ese tipo que fortalece nuestras familias, sana nuestras comunidades y trae esperanza a quienes aún no han experimentado el amor de Jesús. La verdad es que no podemos ganar batallas en el mundo si las estamos perdiendo en casa. La pelea por la fe empieza donde estamos: en nuestros hogares, en nuestras amistades y en nuestra familia de iglesia. Entonces pregúntate: ¿Quién está de pie a tu lado? ¿Están del mismo lado, conteniendo juntos en amor?

Para estudio adicional: Mateo 5:23-24

La vida sin amor está vacía, por eso luchamos por él. No es fácil, pero siempre vale la pena. Mientras seguimos presentándonos y luchando por lo que más importa, podemos descansar sabiendo que con Dios cada batalla nos está moviendo de la lucha hacia la victoria. Cuando aprendemos a amarnos a nosotros mismos y a los de nuestro alrededor, Dios nos llama a llevar ese mismo amor más allá de nuestros círculos y al mundo. Comprender que el amor no es sólo nuestra estrategia, sino también nuestro objetivo, hace que la pelea deje de ser solo supervivencia y empiece a ser propósito.